Semana 1: “Tu nueva identidad en Cristo” (Juan 3:16-21)
Ricardo Pinedo, Venezuela.
Día 1: Prefacio
En este primer día nos introduciremos a un mayor conocimiento sobre Cristo y su identidad. Ahora bien, para nosotros los cristianos, nuestra identidad se deriva de Dios y lo que él afirma que somos. Las Escrituras declaran que “en Cristo somos una nueva criatura”; por lo que, al haber adquirido tu nueva identidad en Cristo, descubrirás los privilegios de ser hijo de Dios. A medida que tu mente va siendo renovada por Dios aprenderás a operar con una mayor comprensión del amor y gracia que Él tiene por ti, estas te ayudarán a descubrir tu mejor versión; te empoderará con una dimensión de libertad, seguridad y paz, capacitándote para que de tu mejor y mayor contribución al Reino de Dios y a la sociedad que te rodea.
Es importante que también comprendamos lo necesario respecto a la identidad de Jesús; Él es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, su identidad es determinada por su filiación con Dios, dicha relación trasciende las naturalezas humanas y divinas. Jesús es Hijo de Dios, tanto en su naturaleza humana como en su naturaleza divina, es decir, desde antes de la encarnación él es Hijo de Dios.
A menudo, cuando nos preguntan quiénes somos, nuestra respuesta suele ser un nombre, un lugar de procedencia o un oficio, aunque estos no son del todo respuestas incorrectas, no hacen justicia a lo que en realidad somos; solamente dan indicaciones de nuestra ocupación y lugar de procedencia terrenal. En una escena de la película Vencedor de los hermanos Kendrick, John Harrison (Alex Kendrick) conversa con Thomas Hill (Cameron Arnett), un paciente invidente; este último le pregunta “¿quién es él?”, luego de John darle diferentes respuestas respecto a su profesión, el invidente logra atinar que, aunque afirmaba amar a Dios, lo último que se consideraba era cristiano (2019)[1]. Para Dios somos más que la profesión que ocupamos o el lugar de dónde venimos, para Él somos el tesoro más especial.
Con nuestra nueva identidad también obtenemos una nueva ciudadanía, al recibir a Cristo adquieres la ciudadanía celestial (Fil. 3:17-21); por lo tanto, con esta nueva ciudadanía eres aceptado por Dios en Cristo y debes sentirte como tal; es decir, valorado, amigo, justificado, uno en el Señor y en su Espíritu, perteneciente a su cuerpo, con acceso directo hacia Dios.
Cuando terminas de comprender todo lo que el Salvador ha hecho constantemente por ti, Él se convierte en lo más importante de tu vida, y eso es lo que deseamos lograr con este curso, que comprendas todo lo que implica tu nueva identidad en Cristo. En un momento de debilidad, quizá clames “nadie sabe lo que se siente; nadie entiende”, pero el Hijo de Dios sabe y entiende perfectamente, ya que Él ha sentido y llevado tus cargas.
La identidad nueva debe ser perceptible tanto para nosotros mismos, como para los demás. Si estás en Cristo, debería ser evidente, como también lo sería estar en el mundo. Con nuestra nueva identidad ya hemos sido liberados de la esclavitud del pecado (Ro. 6:6) y hemos sido reconciliados con Dios (Ro. 5:10). Esta identidad cambia por completo nuestra relación con Dios, con nuestras familias, y la forma en la que vemos el mundo.
Una de las mayores bendiciones de esta identidad es la gracia para crecer hacia la madurez espiritual que Dios nos exhorta a alcanzar. Tu vida, a la luz de tu identidad en Cristo, está llena de un Padre celestial y una familia grande y amorosa.
Un punto más que acotar es que cuando adquieres una identidad, humanamente hablando, te haces poseedor de derechos y deberes. Lo mismo ocurre con esta nueva identidad, ya hemos hablado bastante de los derechos, pero debemos recordar que también tenemos deberes. Uno de nuestros deberes es proclamar y reflejar las virtudes de aquel que nos llamó (1 Pe. 2:9); pero esto no es solo un deber, sino también ¡es un privilegio poder reflejar las excelencias de nuestro Dios!
Con tu nueva identificación en mano sería ideal comprometerte a reconocer lo que eras y lo que deseas ser, apuntando a la excelencia; podrías reconocer y prometer lo siguiente:
“Admito que era impotente ante el pecado, mi vida se había vuelto intolerable para Dios, pero ahora creo en Él, creo que me mantendrá en sano juicio, decido poner mi voluntad a su cuidado. Sin temor, decido realizar un minucioso inventario moral de mí mismo. Me comprometo también a reparar y resarcir el daño infligido a mis semejantes, a orar diariamente. Con la ayuda de Dios y mi esfuerzo diario, voy a madurar espiritualmente como resultado de completar y poner en práctica todo lo aprendido en este curso y lo extenderé a otros, en el nombre de Jesús, amén”.
[1] Kendrick, Alex y Stephen Kendrick. 2019. Vencedor. Columbus: Kendrick Brothers.