Semana 1: “Tu nueva identidad en Cristo” (Juan 3:16-21)

Ricardo Pinedo, Venezuela.

Día 2: “La visión del autor bíblico”

 

Juan, él más joven de los apóstoles, escribió su Evangelio algún tiempo después de los otros evangelistas. Su propósito principal fue complementar lo que ya había sido plasmado por sus antecesores. Su escrito trata los asuntos más profundos respecto a la vida de Jesús, utiliza un estilo directo y sencillo, fácil de comprender para el vulgo. El hijo de Zebedeo, como se le conoce en otros escritos, presenta a Jesús como el Hijo de Dios, el “unigénito del Padre”. En Juan 3:16 hallamos “el corazón del Evangelio”, en él se encuentran, de manera sintetizada, todas las buenas noticias para la salvación, el amor y la ira de Dios representados en la entrega voluntaria de Jesús como sacrificio expiatorio por nuestros pecados. 

El apóstol también tiene en mente refutar con la verdad del Evangelio las enseñanzas del gnosticismo. Algunas de las teorías heréticas del gnosticismo enseñaban que el Dios del Antiguo Testamento y el del Nuevo Testamento eran seres diferentes y opuestos, el primero airado y el segundo amoroso; para refutar esta herejía Juan repite 91 veces la palabra Padre, dando a entender que, no solo se trataba del mismo Dios, sino que el Dios que es amor, también es justicia, y que su relación filial con Jesús es patente desde el principio de la creación. 

 

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.  Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos. Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto. En cambio, el que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios (Jn. 3:16-21 NVI).

 

Juan 3:16 es uno de los textos más citados de las Sagradas Escrituras, con suficiente razón ya que en este texto está sintetizado el mensaje del Evangelio. Es más, podemos decir que tenemos en este verso el resumen del mensaje de todas las Escrituras. Este texto nos habla al menos de tres puntos medulares respecto a Dios Padre: su gran regalo, su gran amor y su gran salvación. 

Jesús es el gran regalo del Padre. Él nos dio a su propio Hijo, su unigénito; Dios no puede dar sino lo mejor de sí mismo. Dios es perfecto, así que solo puede dar un regalo perfecto; Jesús, al ser Dios, es igual de perfecto. Dios es infinito, así que su regalo se ofreció como un sacrificio de poder infinito para salvar a los pecadores. 

En su gran amor, Él permitió que su Hijo sufriera maltratos, vituperios, insultos y la muerte humana para que nosotros podamos recibir el perdón de nuestros pecados, un perdón genuino que se obtiene cuando colocamos toda nuestra fe en Él.

La salvación que el Padre nos da por medio de Jesús es la vida eterna. Hoy en día puede haber personas a las que no les interesa esta vida, pero el regalo de Dios va más allá de esta vida; para no vivir en una muerte y tortura eterna es necesario poner nuestra fe en Jesús. Sin Jesús estamos en la muerte y, como resultado, en condenación. 

La vida que Jesús nos regala es plena, feliz, alegre, satisfactoria, eterna, en comunión con Dios, el disfrute de esa vida es por toda la eternidad. El vivir en el plano terrenal es temporal, pero el vivir que Dios nos regala es en el disfrute de Él desde hoy hasta la eternidad, es decir, sin fin. Así como la condenación será sin fin, la salvación es sin final.

¿Por qué se escribió esta sección del libro? Porque a pesar de que esta vida está llena de desafíos e incertidumbre, a pesar de que fallamos en cuanto a nuestras fuerzas y resistencia al pecado, Dios envió a su hijo a la tierra. Jesucristo llevó una vida perfecta y sin pecado, enseñó su Evangelio y nos mostró la manera correcta de vivir; además, ofreció su propia vida como sacrificio por nuestros pecados. Él es nuestro amoroso Salvador y Redentor.  

¿Qué sucedería si se quitara esta sección? Sería un Evangelio mutilado, sin una de las secciones más importantes y con la mayor verdad que Dios nos pudo demostrar, ¡ay de aquel que quite una tilde de la Palabra de Dios!, cuánto más si se nos quitara una porción completa.

¿Para qué incluyó el autor esta sección como parte integral del todo? Para que nosotros podamos comprender ese amor, tierno y sublime con que Dios nos amó, y por lo que entregó hasta la última gota de sangre para darnos redención por nuestros pecados, era absolutamente necesario que esta sección estuviera en el lugar que está.