Semana 1: “Tu nueva identidad en Cristo” (Juan 3:16-21)
Ricardo Pinedo, Venezuela.
Día 4: “Palabras para atesorar”
La frase “de tal manera amó Dios al mundo” enfatiza la inmensidad del amor de Dios, “de tal manera” nos hace entender que su amor hacia las personas es supremamente superior a cualquier otro amor, su forma de amarnos es infinita y gloriosa. El amor de Dios es capaz de alcanzar al mundo entero, toda la raza humana. Es por ello que, en reciprocidad, debemos adorarle con todo nuestro corazón.
La Biblia afirma que Dios amó “al mundo” y entregó a su Hijo para que todos los hombres pudiéramos ser salvos (2 Co. 5:19). La grandeza del amor de Dios se puede apreciar en que ha entregado lo más valioso que tenía, a su Hijo unigénito. Otra razón para apreciar el amor de Dios es la grandeza de su propósito, es decir, que ningún hombre se pierda eternamente, sino que tenga vida eterna. La salvación y la liberación de la condenación solamente el Hijo de Dios las podía llevar a cabo.
Otra palabra importante en el Evangelio de Juan es “purificación”. El término se refiere al proceso y las consecuencias de purificar (eliminar las imperfecciones o lo extraño de algo para que recupere su esencia). En religión, la purificación es un ritual que se lleva a cabo para que el cuerpo recupere, de manera simbólica y espiritual, su estado de pureza. Aclaramos este término ya que los discípulos dudaban respecto a esto mismo, lo interesante es que conversaban sobre las acciones de purificarse, pero Jesús les aclara que las cosas terrenales son de la tierra, las espirituales vienen de lo alto. Esto tiene una connotación importante sobre nosotros ya que el bautismo es esencial en la purificación de nuestras almas.